La corrupción moral como efecto secundario de los libros

 

    “(…) He amado los libros exageradamente. Hasta podría decir que los he adorado. Más incluso, quizá, de lo debido. Enamorarse de los libros no es malo. Pero hacerlo, y confiar en ellos más que en la gente, eso sí que es negativo. Mi madre ni siquiera acabó la enseñanza primaria. Mi padre apenas llegó a los primeros cursos del instituto. Sin embargo, yo me dediqué a estudiar desde pequeño. Emprendí con dedicación el camino del estudio. Que al final me conduciría aquí donde me encuentro. A la decadencia moral, el escarnio y el deshonor. Finalmente, este camino me ha deshonrado. Me ha envilecido, puedo hasta decir. La mayor parte de la gente (¿qué digo?: todo el mundo) piensa que los libros nos culturizan, nos hacen mejores personas y nos conducen a niveles espirituales y morales superiores (obviaré los posibles beneficios materiales ya que, en cualquier caso, son mínimos). No obstante, en mi caso, las cosas siguieron otros derroteros completamente distintos. Mi relación con los libros, en vez de conducirme por el buen camino, me ha llevado por el malo. Esa manía mía de vivir y pasearme, mañanas, tardes y noches, por las grandes y silenciosas bibliotecas me ha destruido. Esa manía de hojear libros, inocente y desamparado. Hubiese sido mejor, pues, mantenerme alejado de ellos y de las bibliotecas. Hubiese sido mejor haber vivido, desde el principio, rodeado de gente moralmente corrompida, en lugar de hacerlo en la tranquilidad de las salas de lectura. Porque esto es lo que me ha destruido. El silencio de las bibliotecas, los oscuros pasillos, los solitarios sótanos de interminables estanterías y los libros. (…)»

 

De «¡Oh, malvados demonios que, como gusanos, devoráis los libros!», de Yoryis Yatromanolakis, en Diiyímata. Antología del nuevo cuento griego, Ed. Páginas de Espuma, 2004

 

diiyimata

 

~ por juannicho en enero 11, 2013.

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